19 de abril de 2014

Un gran día

El sol me pegaba directamente en la cara. Las cortinas estaban entrecerradas, pero no alcanzaban a detener aquel rayo de luz que se filtraba hasta mis ojos.

El café ya estaba hecho y el perro ladraba, ladraba por la emoción de la probabilidad de salir a dar un paseo.

Era domingo y todo estaba bien. Mientras tomaba una taza y oía al perro ladrar, leía la nota que habías dejado sobre la estufa: "Vuelvo pronto. Te quiero". Sabía que ambas cosas eran ciertas, que volverías y que muy a tu manera me querías.

Me acabé el café y tomé un poco de aire, proveniente de la recién abierta ventana, era fresco y limpio.

Ladrido tras ladrido, su insistencia me ganó; tomé la correa y lo saqué a pasear. ¿Por qué no habría de hacerlo? Después de todo, era un gran día.




18 de abril de 2014

Yo no sé si el jueves santo, viernes santo, padre santo, y todas las madres santas tengan algún sentido, pero dios bendiga las vacaciones de semana santa.

11 de abril de 2014

Estúpida rutina

Había dejado de escribir por un largo rato. Vengo ahora a mi bloc de notas a intentar desquitarme, a sacar todas las palabras que se habían quedado asfixiadas por la rutina, por su formalidades nefastas: que la tarea de la universidad, que hacer ejercicio, que comprar tal y cual, y pendejadas de naturaleza lógica pero cansadas y tediosas, monótonas.

A pesar de todo pude haber escrito, pude haber tomado un momento de cada día para escribir alguna que otra cosa, explayarme en la inmensidad de las palabras. Pero no podía. Obligado a escribir ensayo tras ensayo (tareas forzadas de la vida universitaria), que poco interés me generaban, los dedos se me fueron entumiendo de a poco, las palabras se agotaron y la inspiración por la escritura murió en aquel lapso de tiempo que tan eterno es cada vez que lo recuerdo. Escribía en automático, no por placer (como debería de ser), sino por deber y por no sé que, porque sí y porque nada más, porque así tenía que ser.

Hoy regreso a mi blog. Tras una tarde de descanso, me siento, abro la laptop, reviso mis redes sociales (más por adicción que por tener algo productivo que hacer en ellas) y después entro a Canaleta, donde ahora escribo, donde uso las palabras para expresar lo auténtico, bello, irónico y extenso. No para redactar sobre tecnicismos científicos que a nadie le importan un carajo. Simplemente para hablar, para decir algo, lo que sea, de forma fresca y espontánea.

Ahora que descanso, que estoy de vacaciones, me doy cuenta de lo mucho que extrañaba no estar amarrado; amarrado a la rutina, a tener todo planeado. Y mientras más días libres pasen, no tengo duda alguna de que reafirmaré lo que ya sabía: que la vida es mejor sin tiempos, que no hay que vivir de un lado a otro, resolviendo tarea tras tarea, entre horarios preestablecidos y gente poco amena. Sino que, muy al contrario, hay que vivir en armonía. Con una buena chela, una película y el rato que uno quiera para destinarle a lo que sea que se le antoje. Libres de las formalidades, sin estar atados a ningún tipo de corbata ni a ningún cafe barato de cafetera barata de oficina. Libres de pensar y hacer lo que más queramos. Sin horarios, sin tiempos tontos que limiten nuestra vida a instantes torpes y efímeros. Sólo vida.

9 de abril de 2014

Casi siempre, la vida es como el cine. La gran diferencia es que en la vida no sabemos qué chingados debemos poner en los créditos.