21 de agosto de 2013

Ráfagas

Para qué extenderme en palabras repentinas si sé que se perderán en aquel mundo de racionalizaciones desafinadas. Un mundo que piensa más de lo que ve y siente, nada existe ya en la inconstancia de la mente vaga, de tormentas pasadas.

Me concentraré tan sólo, por lo menos por ahora, en aquella ráfaga que soy y seré. No hablaré ya más. Para qué palabras si ya son insuficientes, seré tan sólo aquellas ráfagas que se sienten pero no se ven.

11 de agosto de 2013

Sólo he pensado por ahora que jamás podré ser lo que nunca he querido ser, es el destino, es una sensación.

10 de agosto de 2013

Palabras

Hay días que estas palabras que escribo,
que palpitan cerca de ti,
fluyen tan suavemente
por voces, mares y cielos.

Pero ¿Qué puedo decirte ahora?
si la palabra vive por sí sola,
la escribo porque me deja escribirla,
porque ella deja entintarse.

No puedo forzar ni al sol ni a la luna,
porque no soy dueño de nada,
escribo por ti, por las olas,
sin saber lo que es ni qué dice.

No soy dueño de nada,
 me atengo a una suerte,
a un destino, a un azar,
porque soy ahora y no soy más.

9 de agosto de 2013

Tal vez

Para qué recordar aquellos tiempos en los cuales no importaba ni el día ni la hora.

Ya estamos aquí, por completo,
en una confusión de sabores, de soles.

Amarrados infinitamente al 'tal vez'
de mil caras y excesos temporales.

Fundido en ese mar, de grises y negros, escondido tan solo en tu mente.

Esa mente atrapada, de tanto tiempo  y espacio. No creas, sólo siente y no veas.

6 de agosto de 2013

Ficción

Pensaba tan solo en momentos regados
en sombras ajenas y en cielos pasados.
En sonrisas, llantos y cantos,
cantos sobrios de pinos y robles.

Un momento fugaz, de pasiones,
de recuerdos robados y daños ajenos.
Equilibrando tan solo lo que de mí 
y de todos podría provenir.

Viviendo en fragmentos.
Inhalando colores y saboreando razones,
razones de ser y de estar,
de ficción, de bien y de mal.

5 de agosto de 2013

Aquello

La mirada perdida de la perfección,
sentirse como bajo la sombra de un árbol,
atrapado en el cielo de tantas nubes
y hundido en los mares más negros de tu gris estancia.

Ya no miro tu boca roja, roja como la sangre,
como los tonos guardados de aquellas palabras que comimos
en un silencio interno tan vacío como el de tu rostro.
Ya no se siente como aquella primavera eterna.

Cada vez que camino me estrello al mundo,
taladro con mis pies la corteza de una fría superficie
tan banal y tan perecedera,
tan cruel y extraña pero ciertamente desajustada.

En este tiempo estático y en estas palabras
falsas, extraño cada día más aquello,
aquello de lo que no sé ni siento nada,
aquello que simplemente sé que era bello y ahí estaba.